aquellos ojos risueños, vivos
aquella bondad infinita y fiel
la luz en tu alma humilde
A Donde fue a parar...
ese pañuelo blanco
que secaban mis lagrimas de lamentos
y manos que desenrredaban mis quejas
A Donde fue a parar...
quien dominaba a la vil bestia
se te olvido la risa clara
aquella alegria contagiosa
que desdibujaba la nostalgia
y eliminaba de mi mente
lamentos por donde andaba
tu y solo tu lograbas calmarme
Arcadio del Jesus Rondon Polanco
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